domingo, 18 de noviembre de 2001

ENTRE VELAS E HISTORIAS, ARJONA CERRÓ SU GALERÍA CARIBE EN LA PLAZA MÉXICO

Para muchos el concierto del viernes fue el mejor que el guatemalteco ha dado en el país.

El cantante guatemalteco Ricardo Arjona ofreció la noche del viernes su mejor concierto en México. Ante miles de seguidores, quienes abarrotaron la Monumental Plaza de Toros, el ex basquetbolista interpretó lo mejor de su repertorio acompañado por un grupo de calidad, que en algunos momentos colaboró histriónicamente, lo cual dio un mejor sabor al espectáculo.

El coso de Insurgentes resultó insuficiente para albergar a los fieles del cantautor, que con esta presentación cerró su gira Galería Caribe, título también de su más reciente producción discográfica. A las nueve de la noche aún había largas filas de gente cuya ansia por entrar iba creciendo. Los estrechos pasillos lo fueron aún más y personas que habían comprado boleto exigían su lugar, pero los tendidos de sombra ya estaban ocupados. No había numeración; todo fue general. Por momentos reinó el caos.

Ríos de muchachos y algunas personas maduras llegaban caminando desde Patriotismo o Revolución. Algunos más sobre Eje 6; otros seguían por las aceras de Insurgentes. A como diera lugar, los jóvenes, en su mayoría, llegaron para ver a su ídolo, a quien identifican como cantautor, poeta, como algo! diferente. Se les figura que sus rolas no son tontas, aunque en ciertas líneas el cantante fuerza la rima con torniquete. Se diría que lo importante es el mensaje.

Algunos entre el público peleaban su sitio. Otros corrían al de junto, que hacía equilibrios. Los escalones de la gradería requieren para transitar una habilidad de equilibrista circense. Ya miles de chelas habían sido ingeridas. Hermosas damas -Arjona tiene un pegue tremendo entre las bellas y gráciles- se acomodaron donde mejor pudieron. En un rinconcito, en un espacio que nadie hubiera pensado que serviría como asiento. Varias lograron sentarse en el filo de las barras.

Grupos de jóvenes planearon su asistencia. Llegaron orondos, con su boleto comprado en Ticketmaster. La reventa estuvo de a peso. Normal. Ya estaban listos para oír al denominado Ladrón de historias. Abajo, en el ruedo, donde todo es sangre y arena, algunos afortunados vieron a su estrella a unos pasos. El escenario tuvo el concepto de Arjona; es decir, con una escenografía que alude a un bar, al Caribe, a la vida noctámbula y callejera, aventurera. El detalle cursi se lo llevó el momento en que los músicos de Arjona encendieron un radio vetusto, cuya imagen se reflejó en dos enormes pantallas. La parafernalia estaba hecha, lista. Por si fuera poco, a todos los asistentes se les entregó una vela, como de las usadas en las fiestas decembrinas, en las posadas. Fueron para que todos entraran en una especie de comunión con su artista, elevado la noche del viernes al nivel de hiper hombre, prohombre. También para hacer votos colectivos por la paz.

Al público de esa noche fría, lluviosa, le gusta que le cuenten historias. Es como cuando al niño se le duerme con un cuento. Arjona lanza a los cuatro vientos una introducción de sus canciones, lo cual atrae la atención del respetable, que ya está aplaudiendo momentos antes del comienzo de la rola. Que Señora de las cuatro décadas la escribió en una servilleta, en un bar, y que la dama en cuestión le enviaba a él y a su amigo una cantidad impresionante de tragos.

Que esto y aquello, o de cómo lo cotidiano es tan normal como la poesía. Que le da gracias a un taxista por haberle dado la inspiración para componer un tema. Que su papá pidió la mano de su madre cuando ésta ya tenía seis meses de embarazo.

De ahí hasta Mujeres, la más solicitada, que guardó para el final. No podía irse sin cantar Si me dices que no, la retadora sentimental, la pieza que niega que lo fácil sea lo mejor. Se valora al otro (a) en función del trabajo, de la lucha por conseguir su amor.

Una mujer bonita lloró varias veces. Los aguijonazos de Arjona dieron en el blanco. Cumplió su cometido y cumplió con su concierto 40 de la gira Galería Caribe, que le deja muchas satisfacciones y algunos dólares. Ni Perales, ni Serrat. Es Arjona.

ARTURO CRUZ BARCENAS
Fuente: MÉXICO, Jornada.

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