viernes, 19 de octubre de 2001

VELAS JUNTO A REFLECTORES; BRILLANTES SOLOS DE SAXO, PIANO, PERCUSIÓN Y ARJONA QUE CAMINÓ, CORRIÓ Y VOLÓ POR EL ESCENARIO.

Tal petición a la consola de luces (dicha así, tan coloquialmente) evidenció lo que más admira la gente en él: sigue siendo guatemalteco hasta en esa manera chapina que tenemos para hablar.

“¡Demen luz, demen luz”, pidió y un reflector le tiró un rayo blanco. Ricardo empezó a cantar -sin aspavientos ni alusiones a la polémica- su canción “Mesías“.

De cada década de cada señora y señorita, señor y jovencito, salieron suspiros, aplausos, susurros de canciones y también silencios atentos, no sólo cuando cantó “Señora de las cuatro décadas” sino otras, antes: “Primera vez”, “Amor de tele” (cantada frente a una TV, en un sofá, en una habitación privada y solitaria), “Te conozco” (desde el pelo hasta la punta de los pies), o una que él mismo dijo “¡es vieja!”: ”¿Por qué es tan cruel el amor?”.

Claro: “Historia de taxi”

Eran las 10 con 40 y piloteaba su nave. Era su taxi un teatro lleno, con más de 2 mil pasajeros. Nos llevó al “Bar La Conquista”, con unos músicos bailadores y bromistas. El más notable fue el saxofonista ¡no! el bajo ¡no!, el baterista... ¿O mejor el percusionista cubano?... ¿Y qué me dicen del pianista Víctor Patrón?... La verdad, cada uno de ellos dio algo más que el timbre de su instrumento. Inolvidable será el efecto especial” para la canción “Buenas noches don Don David ¿cómo le va?” (un bebé con voz de clarinete).

Solo, sólamente con guitarra

La interpretación que marcó el momento más íntimo e impresionante del concierto (y probablemente de los siguientes) fue la canción “Soledad” que Arjona ejecutó solo, con su guitarra negra (la misma que gira y gira al final del video clip “Cuando”).

“¿A dónde va ese tiempo que gané o que perdí cantando... pensando en deshacerse de esos sueños...?, se preguntó al revelar cantando el intenso drama interior que él lleva al descubrirse estrella, padre de familia, transeúnte anónimo que no lo es más, alguien que sólo quería ser artista, porque “cantar no es cuestión de calendario (de giras, de conciertos, de grabaciones) sino de respirar...” (Así decía la canción y todo el mundo, callado).

Unas señoras de platea

Salieron y entraron tres veces las tres durante el concierto. Eso no es tan notable como las sonrisas pícaras que tenían mientras cantaban “Señora, no le quite años a su vida, póngale vida a los años que es mejor”, pero luego meneaban la cabeza con desaprobación al ver unas cruces (en animación digital) en las pantallas del escenario cuando Ricardo cantó “Verbo no sustantivo” cuya versión en portugués oímos, grabada, al inicio del espectáculo.

La rescató luego de no cantarla por mucho tiempo: “La gente no sabía quién era, no me identificaba por mi nombre sino que decía: el que canta la canción de Jesús.” El público cantó con él casi todo el tiempo y, ocasionalmente, Ricardo sólo escuchó, sonriente, para aplaudir después.

Adiós de mentiras

Aquella salida que preludia el final del concierto. Sabemos que él tiene que regresar a cantar una última canción que la gente pide y pide porque todavía no ha pasado: “Mujeres”. Pero ¿regresará?

Volvió y voló corriendo por el escenario. Tiró besos que muchas damas agarraron y un abrazo que todos sentimos y agradecemos. Aquel “¡Gracias Hermanos!” , todavía lo oigo mientras salimos.

Por Gustavo Adolfo Montenegro
Fuente: GUATEMALA, Prensa Libre.

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