sábado, 7 de noviembre de 1998

EL MUNDO SEGÚN RICARDO ARJONA

Desde el escenario, el guatemalteco dispara constantemente enseñanzas variadas acerca de la vida.

DE ENTRECASA. Ricardo Arjona ambienta el escenario como si fuera un living, con sillones y todo. Se para bien al frente y desde allí hace que crezca la intimidad con sus fans.

En el escenario, una especie de living con sillones, barra y heladera incorporada. Algo así como un monoambiente o, para estar más cercano a la terminología de estos tiempos, algo así como un loft pequeño. La intención: que las muchas fanáticas de Ricardo Arjona se sientan como en casa. El resultado: un show caserito.

Para empezar, un paso de comedia. O, mejor, una escena de telenovela. Los músicos se incorporan mediante una serie de diálogos a una escena donde lo único que se reclama es la presencia del guatemalteco. Entonces, sucede. Entonces, Arjona se reconoce por los gritos: los propios y los de sus muchas fanáticas. Con sólo pararse en el centro y adelante, el guatemalteco recibe la primera de las muchas manifestaciones de amor de un público compacto, fiel y femenino. Con sólo pararse en el centro y adelante, comienza a cantar bien arriba su tema Ella y él. Y de ese bien arriba no baja nunca.

No importa si el tema es de amor o de protesta. No importa si baja una discutible línea sobre el aborto (Con una estrella), o una visión bastante simplificada de las relaciones entre Latinoamérica y los Estados Unidos, Si el norte fuera el sur. En todos mantiene ese estilo entre alto y altisonante que sólo deja de lado para los muchos párrafos intercalados entre canciones que, además de oficiar de introducción para la próxima, le sirven como nuevas bajadas de línea sobre la pareja y sus arrabales.

Tantas palabras suponen un fin: Arjona quiere dejar las cosas bien en claro. Por eso no extraña que la pantalla de video que ocupa el fondo del escenario muestre imágenes de Hitler y Mussolini cuando el tema habla de muerte, genocidas y masacre en el mundo (Noticiero). Por eso, tampoco sorprende que el Che Guevara y Fidel Castro aparezcan cuando se menta a América latina. Ni que en Historia de taxi se muestre, bueno, un taxi. Pero el punto cumbre de la metáfora es el auto a control remoto recubierto con un perro de peluche que sirve para ilustrar Casa de locos. Y es justamente el perro a pila el que lo lleva a una nueva explicación, esta vez irónica, sobre la producción del show.

Alrededor de Arjona, una banda entera se mueve como puede por el monoambiente. El percusionista toca detrás de la barra, el baterista tiene como horizonte el motor de la heladera, el guitarrista toca apoyado en el sillón de tres cuerpos. En varios sentidos, sólo se salvan el saxofonista Fernando Acosta (quien, también, demuestra tener una respetable voz) y la tecladista argentina Laura Vázquez.

A sus fanáticas, sin embargo, nada las inquieta. Ellas quieren gritarle que lo aman (y lo hacen), quieren cantar sus canciones (y lo hacen), quieren acercarse desde las últimas filas hasta el escenario (y, seguridad mediante, no lo hacen). Durante dos horas, Arjona las seduce, las critica, les asegura que no son "histéricas sino históricas porque recuerdan cosas que ocurrieron hace tres años", las universaliza con Señora de las cuatro décadas (edad predominante en la platea) y las hace cantar frases como Parece que el amor no entiende de plusvalía (Quién diría) y asegurar que, cuando el amor se muere, bien puede tener cáncer (Se nos muere el amor).

Para el final, otra escena de telenovela. Un video en el backstage donde resuelven volver al escenario para los bises. Entonces, todos vuelven. Y en ese ambiente y con la devoción férrea de un teatro donde conviven la hija, la madre y la abuela, Arjona es el galán de los hogares.

SIN DAÑOS A TERCEROS
Intérprete: Ricardo Arjona
Género: Melódico
Lugar y fecha: Teatro Gran Rex, jueves 5 de noviembre.

Fuente: ARGENTINA, Clarín
JAVIER ROMBOUTS

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