sábado, 7 de noviembre de 1998

ARJONA, EL BOOM GUATEMALTECO

Con 34 años, Ricardo Arjona tiene una personalidad reservada y una estampa -alto, pelo corto, piel bronceada y remera blanca impecable- de modelo Calvin Klein. También tiene un puñado de canciones que se han convertido en el himno de señoras de cuatro décadas y adolescentes. Y una propuesta que se ha transformado en la nueva gallina de los huevos de oro de su sello discográfico y sus productores.

Arjona está sentado en el piso 22 de un hotel porteño, una altura de la que se puede divisar la lucha de clases sociales. Antes, su manager -una esbelta mujer de tono caribeño- se cerciora de que todo esté en orden y aconseja no hacerle notar a su artista -como en todas las entrevistas, dice- que no le gusta hacer notas. Aunque sea verdad, cuestiones de promoción lo convencen. Todo sea por su último CD, "Sin daños a terceros", que le permitió armar una nutrida gira: el martes próximo, Uruguay; el 12 y 13, la ciudad de Rosario; el 14, en Villa María (Córdoba), y del 17 al 24, el Gran Rex.

Para llegar a este momento, de discos vendidos por millones, Arjona tuvo que salir de su Guatemala natal, guitarra al hombro, y radicarse en México, donde vive desde hace 8 años. "Ahí respiré el clima justo para mis canciones. Creo que no hay mejor lugar para poder escribir. Hay un surrealismo que es muy propio del que filmaba Buñuel en sus películas y eso me cautivó", cuenta el muchachote.

Era la época cuando su apellido no concordaba con el paisaje mexicano y era una suerte de exiliado. Arjona anduvo tres años a la deriva, acuñando temas, tejiendo historias y circulando por las compañías sin suerte. "Pero igual me quedaba en México por una cuestión de necedad, porque las cosas no podían seguir saliéndome mal. Todo me costó el doble. Yo venía de un lugar que si bien tiene mucha vida cultural y un movimiento musical importante, no sale para afuera. Quizás en aquel momento era mejor si yo era argentino, venezolano o español. Pero al ser guatemalteco nadie confiaba en mí, salvo yo mismo."

Las cosas cambiaron. El joven desconocido se hizo popular y las cosas ya no fueron como antes. "Haber vivido todo lo que viví me permitió tener un cimiento importante, el hecho de que las cosas te cuesten hace menos levitante el asunto de la popularidad. Uno aprende a estar pisando tierra siempre, a que esto no te embriague un poquito."

-¿Pero no se tiene que creer un poco lo que cuenta para que los demás también lo crean?

-Lo único que te tienes que creer es tu trabajo. Al público no le tienes que hacer creer nada, excepto que tus canciones sean representativas de lo que sentís y lo que pensás.

Esas cosas que lo representan se sintetizan en canciones de amor, crónicas de la vida cotidiana y sonidos que van del rock al son y la balada. "La música es sólo un vestuario para mis letras", deslizará en un momento de la charla. Después agregará: "Mi idea es cantar pequeñas fábulas de cuatro minutos. Pero no planifico las historias. Eso habla de un tipo que no se sienta a ver qué es lo que le falta escribir, sino de lo que quiere escribir".

Para Arjona no hay fórmulas. Aunque él tiene la suya. En ninguna de sus canciones falta un guiño hacia la realidad. "Me gusta hablar de la realidad, aunque no quiero enfrascarme en mi sola visión de las cosas. Tampoco viajo tanto con la imaginación o me fugo hacia algo rebuscado. La más hermosa profundidad está en la simpleza de las cosas", sostiene.

En el cantautor que dice ser se reconocen dos personas que habitan un mismo cuerpo. Una es la que se sienta a escribir en soledad, sin asistentes ni productores. La otra es el hombre que se expone al público. Arjona hace un esfuerzo enorme para conciliar todo el tiempo estos dos papeles con cierta cortesía y humor. Pero no es casual que en la última respuesta confiese: "Hay dos Arjona, pero el que escribe y el que sale al escenario se parecen muchísimo más. Y son diferentes del que sale en las entrevistas. Uno es muchísimo más ermitaño, pero le gusta subirse a un escenario. El otro hace todas las cosas necesarias y cumple con ciertas obligaciones para poder estar en un teatro. En realidad, son dos tipos que se llevan bastante mal".

Fuente: ARGENTINA, La Nación On Line

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