lunes, 26 de junio de 1995

ES VERBO, NO SUSTANTIVO

Ni en sus momentos de mayor optimismo pensó que el canto sería la solución a todos sus problemas. Hoy viaja por el mundo como personaje VIP.

Una de las cosas que la gente común más aprecia de un artista, es el haber sido capaz de triunfar por sobre la adversidad. La historia del espectáculo ha sido muy recurrente, pero nunca deja de cansar a sus seguidores: todos, cuál más, cuál menos, andan a la búsqueda de la misma meta: coronar con éxito sus capacidades.

El caso de Ricardo Arjona –quien por estos días provocó delirio entre las chilenas, durante una gira por las principales ciudades del país- no es inédito. Es el menor de tres hermanos de una familia humilde de Guatemala; creció en medio de la incertidumbre permanente de no disponer, a veces, en su hogar, de los elementos básicos de la subsistencia.

El popular cantautor guatemalteco se ha convertido, en sólo cuatro años, en el producto no tradicional más exitoso de su país. En Chile, esta vez se dio tiempo para todo: desde comer ostiones a recorrer las principales ciudades del interior y escribir sus próximas canciones, algunas de ellas basadas en sus propias vivencias.

Su padre, por lo general, estaba cesante, sus dos hermanas mayores vivían frustradas en lo personal y sólo su madre hacía todo lo posible para que sus hijos fueran felices. Cómo único varón, Ricardo era quien más le inquietaba, por las amistades de las que se rodeaba: ociosos y malos estudiantes, que podían separarlo del buen vivir.

La música –la entretención favorita de los jóvenes guatemaltecos por esos días- vendría a abrirle una ventana a éste muchacho inquieto, que no se quería resignar a pasar por la vida sin pena ni gloria.

Las vivencias de la calle las transformó en inspiración y su voz bien timbrada –que había ido cultivando en sus guitarreos entre amigos- fueron los instrumentos que le abrieron las puertas de un futuro y de una carrera inesperada.

Si bien es cierto que a los diez años ya había sido tocado por la fama –al ganar un festival de la canción local con un tema creado por su padre-, sólo fue un chispazo en sus pretensiones de artista. Su madre no veía con buenos ojos esto de la música y lo urgía a continuar sus estudios y a aprender más tarde una profesión como médico o militar. Sin embargo, optó por la pedagogía básica e hizo clases cinco años en una escuelita rural.

Pero la vocación musical no la abandonó jamás y por esos días volvió a ganar un festival sin importancia en su zona. Esta vez, eso sí, con una canción escrita por él, que se llamó “Y ésa es mi barca”. Desde ese momento no se separaría más de su guitarra ni de las pretensiones de intentar seriamente ser cantante.

Ricardo Arjona vino por primera vez a Chile en 1993, precedido de la fama de su polémica canción “Jesús es verbo, no sustantivo”, que provocó airadas protestas de la iglesia por los conceptos religiosos emitidos en la letra. Era su primera salida al extranjero y la recompensa del mayor dinero que había ganado en su vida. Después, otro éxito suyo, “Mujeres”, lo trajo de invitado al Festival de la Canción de Viña del Mar. La fama y difusión internacional del evento lo empujaron hacia una audiencia más masiva... Quienes desconocían al joven guatemalteco, en poco tiempo lo convirtieron en favorito.

Hoy está cosechando el fruto de su talento, pero por sobre todo de su perseverancia.

CONOCIÉNDOLO DE CERCA

¿Porqué quiso ser profesor?

-Bueno, porque tenía la necesidad de hacer algo para ganarme la vida. Además trabajar con niños me ayudó a aprender de ellos, de su ingenio, su chispa, su simpleza.

¿Qué recuerda de la infancia?

-Fui un niño bastante normal. Me gustaba jugar al fútbol con mis amigos, más tarde practiqué básquetbol. En mi infancia aprendí a conseguir mis cosas solo, porque en casa no teníamos buena situación económica.

¿Cómo le iba en el colegio?

-Nunca sobresalí por ser un alumno ejemplar, brillante, pero tampoco me destaqué por flojo. Lo pasé tan bien en esa época, que nunca tomé nada en serio.

¿Cuándo le surgió ese espíritu rebelde?

-Cuando empecé a darme cuenta de cómo eran las cosas en la vida real. Entonces tomé una actitud contestataria, sobre todo en mi país, donde abunda la pobreza.

¿A qué situaciones límites ha llegado?

-He intentado no hacer nunca nada que me impida dormir tranquilo. Es difícil, porque el mundo ha cambiado: antes era bueno el solidario, el que ayudaba; hoy pareciera ser bueno joder.

¿Sólo hay experiencias ajenas en sus canciones?

-No, también escribo cosas que me ocurren a mí, pero tampoco soy muy rico en vivencias. Muchas cosas me las ha inspirado la calle, donde yo pasaba a diario con los amigos o, simplemente paseando, mirando, con las manos en los bolsillos.

¿Hay alguna canción que sea muy personal?

-Sí, entre mis experiencias personales está el tema “La señora de las cuatro décadas”... Refleja un amor platónico que sentí por una mujer mayor.

¿Cómo ocurrió?

-Ella era una señora que conocí cuando niño y que me tenía trastornado. Me encantaba, al igual que a otros amigos. La escribí pensando en darle que pensar a esas señoras que viven sin futuro, en lugar de ponerle vida a sus años.

¿Se enamoró cuando joven?

-Sí, muchas veces...

¿A tal punto de ser un donjuán?

-Esa suerte no la tuve –señala riendo-, pienso que para el donjuán, conseguir muchas mujeres es fácil: lo difícil es mantener una al lado y hacerla feliz. ¡Esa si que es toda una prueba!

¿Qué le atrae de una mujer?

-Me atrae una mujer que aplica la sensualidad con inteligencia.

Fuente: CHILE, “Revista Vea”

No hay comentarios: