domingo, 13 de noviembre de 1994

POR POCO LA EMBARRAN!

Quito. No fue "la gota fría" la que cayó finalmente anteanoche en el coliseo Rumiñahui, sino todo un enorme balde.

De no haber sido por el comportamiento ejemplar de la gente, otro hubiera sido el cantar. A lo mejor no estaríamos para contar el cuento.

Vives había comenzado a entonar la segunda canción de la noche, "El cantor de Fonseca", cuando en los graderíos los espectadores comenzaron a sentir los efectos del gas lacrimógeno, entre estornudo y estornudo.

La canción de Carlos Huerta tuvo que quedarse a medias, porque el artista huyó como despavorido del escenario, seguido de sus músicos.

Desde el principio, el ambiente era de una fiesta fenomenal, a pesar del chapuzón que muchos tuvieron que soportar a la entrada al escenario. La gente no quería otra cosa que escuchar al cantante de Escalona.

La música inicial que los organizadores ofrecieron a través de los altoparlantes, prendió definitivamente la farra. Los enanitos verdes, Juan Luis Guerra, Los hombres G, Spin Doctors y Ricardo Arjona, hicieron subir la intensidad de las emociones.

Y entonces fue que a las 20h30 y un poquito más se apagaron las luces y apareció en escena el "monstruo", en medio de un griterío ensordecedor.

El coliseo estaba copado, pero algunas personas permanecieron inexplicablemente de pie en los lugares de acceso a los graderíos

El sonido, excelente. Los músicos dándose por entero. Vives, queriendo rubricar su cadena de éxitos.

"La hamaca grande", tema alegre y pegajoso, abrió definitivamente el concierto. Una ovación cerrada al terminar la canción.

La fiesta se fue definitivamente para arriba. Y enseguida la segunda canción, "El cantor de Fonseca".

Vives iniciaba su interpretación, y para entonces los espectadores comenzaban a sentir los efectos del gas lacrimógeno.

El artista no pudo más. Colocó el micrófono en el pedestal y abandonó rápidamente la tarima.

La bomba o lo que hubiere sido, no fue causa para que la gente se moviera de sus puestos. La mayor parte se quedó en donde estuvo.

El público acogió las explicaciones del presentador Francisco García y se puso a esperar pacientemente. Más era el deseo de que continuara el espectáculo. Era evidente. Los ánimos se fueron calmando, hasta que después de 30 minutos Vives fue anunciado nuevamente.

Al principio, en la segunda aparición de Vives, la gente se mostró un tanto apagada, pero el cantor supo ganárse a la audiencia y el incidente quedó atrás.

Entonces fueron desfilando "El testamento", "La cañahuetera", "Matilde Lina", "Alicia querida", "La celosa", "Compae Chipuco", "Valledupar", "Jaime Molina", casi todas del compositor Rafael Escalona.

"Este es el público más rico del mundo", diría en una de sus cortos monólogos. Preguntó si había niños en el coliseo y ante la respuesta afirmativa dijo que si a ellos les gusta esta música "estamos salvados".

"La gota fría", de Emiliano Zuleta, el tema que definitivamente colocó a Vives en la cresta de la popularidad, llegó casi al final. Era lo que la gente esperaba. Las notas iniciales provocaron la más grande respuesta del público, más aún cuando Mayté, hizo sonar la gaita.

Fue el clímax de la multitudinaria reunión. Allí el cantante puso fin a su actuación, después de hora y media de canciones. Pero el público lo obligó a regresar y a interpretar nuevamente "La gota fría".

Destacaron la guitarrista Amparo Sandino, no solo por su belleza física, sino también por su canto y su baile.

Pero el que se robó la película, después de Vives, sin duda fue Egidio Cuadrado, el virtuoso del acordeón, el instrumento que le da el sabor al vallenato.

El público hubiera querido seguir escuchando más canciones, pero siempre con el temor de que se podría repetir el incidente del gas lacrimógeno. Y entonces, ahí concluyó todo, con la sensación de que se salvaron de una tragedia.

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Fuente: ECUADOR, Diario de Hoy

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