jueves, 28 de septiembre de 2000

ARJONA INCÓMODO CON LA FAMA

"A Dios no lo veo de colores, si lo veo, lo imagino parecido a mí... Y, el tuyo debe ser parecido a tí; Cristo se viste igual a nosotros, está un poco en nosotros, es un poco nosotros mismos", puntualizó el cantautor.

MÉXICO – Serio como su vestuario todo en negro, en medio de la lujosa decoración de la habitación presidencial de un hotel de gran turismo en Polanco, el cantautor guatemalteco Ricardo Arjona afirmó en entrevista imaginarse a Dios muy parecido a él.

"A Dios no lo veo de colores, si lo veo, lo imagino parecido a mí... Y, el tuyo debe ser parecido a tí; Cristo se viste igual a nosotros, está un poco en nosotros, es un poco nosotros mismos", puntualizó.

De nuevo en la Tierra, pensativo, con la mano diestra puesta en su mentón y recargado en su rodilla, Ricardo puntualizó no vivir de los recuerdos, ya que "vivo de lo que pasa hoy y de los sueños que tengo para el futuro. Y los sueños que tengo son todos fantasías, ganas de hacer cosas. No tengo metas, tengo sueños".

Aun cuando han pasado los años, está alejado de su tierra natal, de sus familiares, Ricardo, aquel joven que a los 23 años entendía que lo suyo era la música a pesar de no tener la garantía de vivir bien, pues "no hay nada más incierto que esto, sino porque era lo que me gustaba".

Entonces, estaba seguro que "si me ocupaba en esto (la música y la composición), sería como obtener un tipo de éxito, ajeno a si firmaba o no con una compañía de discos. Por eso, sigo pensando lo mismo, pero con más suerte ya que ahora tengo para tomarme un vino.

"Me dedico a lo que me gusta, con la misma pasión y emoción que cuando empezaba. Sigo compartiendo y haciéndolo de la mejor manera, pero siempre dentro de mis posibilidades, ese sentido, la vida me sigue gritando las mismas cosas", cuenta nostálgico.

El precio de la fama

Con esa idea está cierto que la fama le ha quitado algunas cosas, como la posibilidad de recorrer las calles para observar a la gente y contemplar el acontecer diario; y el pasar de los días y el tiempo en los seres que le rodean.

"Pero también ha desarrollado otras como el ejercicio de memoria para acordarme de las cosas que me tenían en contacto con la calle, aunque pienso que me ha dado más de lo que nunca soñé.

"Pero del mismo modo, creo que debo trabajar en función del éxito, es encontrar la manera de asimilarlo verdaderamente. De tal forma que pueda convivir naturalmente porque todavía me siento extraño e incómodo ante un mundo que me observa; añoro tomarme una cerveza o comerme un taco por ahí... hacer las cosas normales de la gente".

Reconoció que el éxito lo ha cambiado como a otras muchas personas a las que ha tocado: "Primero, te hace más responsable y eso es una carga terrible. Te mete cosas en la cabeza; te complica un poco; y, aunque te compensa con otras cosas, uno deja de ser el mismo.

"Por eso, siempre debes tener un aeropuerto a la mano don-de aterrizar verdaderamente y poner los pies en la tierra; y es que, a veces te crees esta historia y, entonces, el asunto se vuelve efímero y puede hacerte víctima de tu propia historia".

Ante ello, el autor de "Mujeres" descarga esas amenazas en la gente que le rodea, en aquellas a las que considera más cercanas, que las quiere y en las que más confía. Sin embargo, "a ca-da rato despego del piso y me creo las cosas: un día te encuentras en un restaurante donde no hay mesa y piensas que debes tener una. Luego, reacciones y te preguntas: por qué tiene que ser así, si todos pagan por ello y quieren sentarse".

Incluso, él mismo ha llegado a ser víctima de Ricardo Arjona. "Todos los días, una veces me echo la mano y en otras muchas ocasiones me jorobo la vida. Soy muy malo conmigo. Soy autocrítico. Tengo otro yo que cotidianamente me joroba la vida y, otro yo que desea divertirse y pasársela bien. A pesar de todo eso, el buscar el equilibrio entre uno y otro, me hace sentir vivo", expone.

Apegado a los sentidos

Una alfombra importada, arreglos florales, una cantina en madera fina y bien barnizada, sillones tapizados con telas importadas y una mesa de centro que guarda un cenicero en plata, son las cosas que completan el cuadro cuyo protagonista es un guatemalteco a quien, al pensar en su país y en México, lo primero que se le viene en mente es la comida autóctona y, sobre todo, la que cocinaba su mamá, quien le dio la vida y el valor para no detenerse en su empeño por escribir canciones y relatar historias.

De pronto, mientras recordaba el texto escrito por Patrick Sûskin titulado "El perfume", el centroamericano aseguró ser un tipo apegado a los sentidos "los olores me transportan, a veces me llevan a una mujer, a mi abuela y otras a mi infancia, y en ocasiones me sorprenden; pero, de todos, me gusta el olor al recuerdo".

A pesar de que los olores le afectan, negó ser tan dramático como el personaje central de esa novela. "No terminaría matando a una mujer por el olor, aunque puedo decir que yo huelo a descubrimiento, investigación, a futuro y música, a cansancio a veces, a guitarra, a canciones...".

Así como hay muchos que lo transportan y otros que le agradan, también los hay aquellos que le desagradan, "como el del metal porque me parece un olor a mentira; tampoco me gusta el de la política".

Mario Villanueva
Fuente: PUERTO RICO, Primera Hora.

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