miércoles, 23 de diciembre de 1998

CON DAÑOS A TERCEROS

El concierto de Ricardo Arjona del sábado 19 de diciembre, en el anfiteatro del Herradura, contado por alguien que no pudo entrar

Alberto Zúñiga
Para La Nación

Hoy no habrá crítica porque no pude entrar al concierto. "¿Cómo es posible?", pensará más de un lector. Cuando nuestro país se convierte en Jauja, amigos y amigas, todo es posible. Así que, resignado a no poder escuchar en vivo al "cantante del lugar común" -que es lo que siempre me ha parecido Arjona- me dediqué a observar los resultados de una nueva irreverencia hacia el público costarricense. Porque aparte de mí, centenares de personas se fueron enjuagadas y sin beber para sus casas.

Para algunos puede resultar extraño que no exigiera entrar al evento mostrando mi acreditación del periódico. De nada hubiera servido: al lugar ya no le cabía ni la menor duda y yo, con mi metro noventa, mucho menos. De todas formas, me gusta comportarme como cualquier parroquiano y no sentirme más allá de lo sublime por el simple hecho de tener que hacer un comentario sobre la música que les gusta a otros. Esta vez me correspondía estar en la gradería general, como cualquier persona.

Llegué media hora antes del inicio del espectáculo. Me encontré con una descomunal fila que me obligó, lo confieso públicamente, a recurrir a la vieja artimaña de buscar a algún conocido para poder colarme. Como eso nunca falla, logré llegar a cien metros de la entrada. Mis amigos: Abraham, el explorador de Repretel, Alejandro, realizador del mismo canal, e Isabel, periodista del Banco Nacional, tenían una hora y cuarenta minutos de estar ahí. Otros tenían mucho más y ninguno pudo entrar, porque los organizadores del concierto dieron la impresión de haberlo sobrevendido.

Si así fue, eso se llama irrespeto. Irrespeto absoluto por el consumidor, por el cliente, por el público. Irrespeto por su entusiasmo, por sus ilusiones, por sus momentos de felicidad. Irrespeto por su vida privada, porque todos los que tuvieron que devolverse gastaron tiempo y dinero, y algunos comprometieron a otros, como la joven madre que vino desde Cartago y tuvo que hacer grandes esfuerzos para conseguir a quien cuidara a su pequeña hija. También irrespeto por el artista, que aunque nunca se va a enterar de nada, puede ver deteriorada su imagen tras este incidente. Si no hubo sobreventa y fueron otras las razones del exceso de tiquetes, entonces no se previeron aspectos necesarios para evitar el caos.

Abrió el espectáculo el joven artista nacional Tapón. Mientras este desafinaba sobre sus pistas musicales, los que estábamos afuera teníamos cara de vacas que van para el corral. Nadie venía a decirnos algo. Cuando la impaciencia y el pánico se apoderaron de los seguidores de Arjona, los gritos de protesta hicieron su aparición. Uno de los encargados de seguridad gritó que ya no cabía nadie, que la plata la iban a devolver y que eso nos pasaba por no venir temprano. Eso fue todo. Entre tanto, otros responsables de seguridad dejaban pasar a sus conocidos, y de esto fuimos testigos varias personas. En río revuelto&...;

El caos se hizo presente y la gran fila se transformó en una gran masa apretujada alrededor de la entrada. Recordé un estadio de fútbol en Guatemala y opté por el mutis. Mientras salía con mis compañeros de aventura y desengaño, pude observar cómo la desesperación llevó a algunos a subirse en árboles y a los techos de unas bodegas improvisadas.

Conclusión: la gente compra un tiquete para que le digan que no puede entrar porque no vino tres horas antes, hay que tener amigos entre los encargados de seguridad y la vida se puede arriesgar por la módica suma de 4.500 colones; al fin y al cabo, estamos en Navidad y esa es toda una ganga.

Señor Arjona, no sé si usted leerá esto, pero quiero decirle que en este caso sí hubo daños a terceros. A mí me da igual, total nunca me han gustado sus canciones, pero a esas jóvenes que lloraban con un inútil pedazo de papel en la mano, no.

¿Y con respecto al empresario responsable? Esperemos a escuchar su versión de las cosas.

Fuente: COSTA RICA, La Nación Digital, Revista Viva.

No hay comentarios: