miércoles, 18 de octubre de 2000

ARJONA ASEGURA SENTIRSE FRESCO Y CON GANAS DE HABLAR

Porque, después, cuando le pregunten nuevamente qué piensa del nuevo disco, tal vez contestará con un gélido "pues escúchalo". Y es que Ricardo Arjona afirma que las respuestas comienzan a variar con el tiempo, aunque las preguntas sean las mismas.

Cambian porque es la única manera que conoce para aliviar un poco el cansancio que le causa hablar tanto de sí mismo y de tantos periodistas que siempre le preguntan lo mismo hasta el punto de hacerlo mentir. Mentir porque sólo así siente alguna frescura en esa rutina obligada. Porque dice que le gustaría inventarse una historia distinta... porque se ríe un poco de sí mismo cuando lo hace, mientras navega en su universo de metáforas.

¿Es ésta la parte más pesada de tu oficio... atender a la prensa y que al final siempre te pregunten lo mismo, aunque sea con distintas palabras?

La verdad, sí, aunque no ahora. Apenas estoy empezando la promoción del nuevo disco y tengo ganas de platicar, pero después, cuando tenga quince días hablando de lo mismo, ni yo mismo me voy a soportar. Yo me canso de hablar de mí mismo. Hay gente que le gusta, pero no a mí. Prefiero hablar de cosas más trascendentes. He llegado a pensar que, en esto de las entrevistas, una buena idea para mantenerse fresco es mentir. Como que puede ser una buena manera de renovarse. Cuando me preguntan cuáles fueron mis inicios en esto, tengo que contestar lo mismo, si es que tengo que decir la verdad. No puedo tener otros que la guitarra que me regaló mi padre a los ocho años y eso lo he dicho dos millones de veces. A veces me gustaría inventarme una historia distinta. A veces lo hago y me burlo un poco de mí mismo.

¿Cuál es tu recuerdo más remoto?

De la casa en la que viví desde que nací... en Guatemala. Era una casa vieja. Yo tenía un año y ocho meses. Me acuerdo de que había un escalón pequeño que me obligaba a levantar con las manos mi carrito de pedales cada vez que pasaba por ahí, para no chocar. No hace mucho corroboré con mi padre esa memoria.

¿Fue una niñez feliz?

Sí, creo que lo fue. Fue una niñez de barrio, muy hermosa. Tal vez es lo que más añoro ahora... que el barrio se está perdiendo. Mi madre me mandaba a la tienda a comprar dos huevos para el desayuno, medio litro de leche, un refresco, un poco de queso... en fin. Eso ya no existe. Jugaba fútbol en la calle, al escondite... Extraño mucho esos días.

¿Cómo despertaste a la palabra? ¿Cómo fue el descubrimiento de la palabra como algo vital en tu vida?

Mis padres tuvieron mucho que ver con eso. El me enseñó a tocar la guitarra y era un gran orador; ella amaba la poesía y, cuando yo todavía era muy pequeño, me enseñó un poema titulado El beso. Más tarde, como a los diez, memoricé El brindis del bohemio. Comencé en este asunto como declamador y orador. En la escuela gané algunos concursos en estas disciplinas. A los once, en un Día de la Madre, yo iba a declamar en la escuela y, mientras esperaba, tomé una guitarra que había cerca y empecé a cantar bajito Mi árbol y yo, de Alberto Cortez. El organizador del espectáculo me escuchó e insistió en que, en lugar de recitar, cantara. Ese fue mi debut como cantante. Comencé a escribir canciones más tarde, como a los veinte, pero sin la menor idea de que iba a terminar dedicándome a esto. Me crié en un lugar en el que la gente, cuando sabe que eres cantante, te dice: "Sí, está bien, pero ¿en qué trabajas?". Al final me quedé en esto... un poco porque descubrí que no servía para otra cosa.

¿Nunca te desalentaron en tu casa?

Bueno, la verdad es que mis padres siempre me apoyaron en todo... menos en mis aspiraciones artísticas. El sueño de mi madre era que yo siguiera siendo maestro de escuela, que fue lo que estudié, al igual que mi padre. Ahora, después de tanto tiempo, ella sigue guardando un sentimiento de culpa por no haberme apoyado y no se lo he podido quitar. Mi padre nunca me dijo que sí ni que no, sólo quería verme trabajar. Así que me metí solito en esto... y ya a los diecisiete era una persona independiente.

Mencionas que eres una persona poco sociable... ¿no es un poco paradójico en una carrera como ésta?

Sí, lo es, pero lo he sido siempre... me la paso muy bien conmigo mismo. Claro que tengo varios amigos, pero no soy el tipo de persona que busque constantemente hacer amistades. Creo que tengo el don de saber si hay posibilidades de cultivar una amistad con alguna persona tan pronto estrecho su mano por primera vez. Eso me permite saber con quién puedo irme a tomar un café otro día o, simplemente, dejarlo ahí. Como que no le doy mucho chance a la gente, y eso es parte de mi insociabilidad. A la primera impresión, decido. Si aparecen, bien; si no, me bastan los que tengo.

Cuando te sientas a escribir una canción, ¿piensas en un posible interlocutor, o eso no subordina tu necesidad de decir algo en un momento determinado?

No, en eso he tratado de mantenerme libre. De lo contrario, corres el riesgo de convertirte en víctima de un mercado, de componer como una fórmula simplemente para satisfacer unas expectativas eminentemente mercantiles. Cuando escribí aquella canción de Jesús, verbo no sustantivo para el disco Animal nocturno, hubiese podido continuar escribiendo cosas parecidas... al igual que con Señora de cuatro décadas o Historia de taxi y llegar a estar preso dentro de esos esquemas, simplemente fabricando canciones, sin que estén ligadas con la emoción. Este trabajo es de emoción y, para dar emoción, uno debe sentirla y entender que, en países como los nuestros, el público debe realmente emocionarse con un artista para ir a sus conciertos o comprar sus discos.

¿Todas tus canciones germinan de experiencias personales?

No todas... sólo algunas. Si así fuese, ya se me hubiera agotado el manantial para componer. Uno no vive tantas cosas en la vida... nunca fui taxista, por ejemplo. La mujer que se sube al taxi es una que conocí en circunstancias completamente distintas. Uno conoce a los personajes en distintos ambientes y después se colocan donde mejor les va, según lo que se quiere decir.

¿Escribes en papel o en computadora?

Ya me he modernizado y uso la computadora, aunque le agarré mucho coraje durante algún tiempo, luego de que me borró cerca de sesenta páginas de una novela en proceso. Sin embargo, escribo en cualquier cosa, depende del momento. He empezado muchas canciones en una servilleta, sentado frente a una taza de café, o en una de esas bolsitas sanitarias que hay en los aviones para las personas que se marean. No soy de una rutina ni de decir: "Bueno, voy a componer una canción ahora". Eso fluye en el momento más inesperado.

¿Consideras que cantautores como tú son seres en vías de extinción?

No creo... hay muchas personas así por ahí, muy talentosas y que cada vez reciben más atención de parte de las compañías de discos. El cantautor debe empezar a convencer a las empresas discográficas de que los pueblos están ávidos de recibir lo que nosotros tenemos que ofrecer y que, de repente, también podemos ser un buen negocio. La imagen del cantautor tradicionalmente ha estado desligada del asunto mercantil... pero no se puede estar ajeno a él. Es verdad que ahora estoy mejor que cuando hice el disco Animal nocturno. Siempre me ha gustado el vino, y ahora puedo tomarme uno de mejor calidad que los que bebía en aquellos días. Vivo mejor ahora, pero sigo siendo consecuente con mis fundamentos. Escribo con un cimiento importante de memoria. Viví muchas cosas antes de dedicarme a esto; ahora vivo mucho menos o, al menos, menos cosas interesantes.

¿Cómo es tu relación con Dios?

Creo que nos jorobamos poco mutuamente... nos dejamos ser. Creo que él me dio algunas posibilidades que agradezco y también me dio libre albedrío, para que yo me hiciera cargo de buena parte de mi vida. Recuerdo que, cuando jugaba basketball, en una final, necesitaba anotar un tiro libre para empatar el partido y le pedí fervientemente a Dios que me ayudara a conseguirlo. No lo metí y, después del juego, me puse a pensar en lo absurdo que era meter a Dios en eso, cuando seguramente él tenía cosas mucho más importantes en las que ocupar su tiempo. Por eso, cuando digo que nos jorobamos poco, quiero decir que trato de sacar las cosas adelante por mí mismo. Me dio la facultad de escribir canciones y cantarlas... con esos recursos resuelvo mi vida y trato de molestarlo lo menos posible, aunque espero que me dé un vistazo de vez en cuando. Hablo con él y trato de hacerlo no sólo en los momentos críticos, sino simplemente cuando tengo algo que decirle. En cierta manera es una relación como la que tengo con mis amigos... no me gusta pedir favores.

¿Cómo te llevas con el Ricardo que se acuesta todas las noches contigo y que es lo primero que vez cuando te miras al espejo por las mañanas?

He tenido serios problemas con él, pero de un tiempo para acá nos llevamos mejor. Creo que las personas nacen para ser felices, para pasarla bien. Sin embargo, tenemos otra persona adentro que a menudo trata de complicarnos un poco las cosas. Yo tengo más de uno y trato de conciliarlos, no siempre con éxito. Tengo uno que compone y otro que canta. El que canta está más acostumbrado a las entrevistas, por ejemplo. El autor es más introvertido que nadie. Casi siempre se llevan bien... se defienden y se apoyan. Trato de que no me compliquen mucho la vida.

¿Qué es lo más importante que has aprendido de la vida?

Creo que aprender a vivir mi tiempo en algo que sea divertido, que de alguna manera me produzca placer. Es vital trabajar en lo que te gusta... otra cosa sería como un vía crucis.

¿Por qué piensas que la música, las canciones son importantes para la gente en una época como ésta, con Internet y globalización?

Mi trabajo no es fijarme en eso. Hago lo que hago por una necesidad vital que, afortunadamente, tiene resonancia en otras personas a quienes parece importante lo que yo canto. Si para ellas, como para mí, es importante, con eso me basta. Por algo debe ser, por una necesidad íntima de escuchar ciertas cosas, ciertas historias que nos conmueven el sentimiento y nos hacen sentirnos humanos. Hay canciones que uno escribe y que sólo le gustan a uno mismo, a nadie más.

¿Qué significa la fama para ti?

Puede ser que alguna vez se me haya subido a la cabeza, pero ya no. Para el compositor, creo que la fama puede llegar a ser algo terrible, porque te coloca, del plano de observador, en el del observado. En verdad, a mí me gustaría caminar por ahí y que nadie se diese cuenta... ésa es una libertad que añoro y que me permite una riqueza enorme de imágenes para alimentar mis canciones. Estoy en el proceso de asimilar bien ese escrutinio público... creo que aún no lo he hecho totalmente.

¿Sueñas con los ojos abiertos?

Todo el tiempo... es algo fundamental para mí. Cuando paro de soñar, comienzo a administrar mi vida, mis cosas y me convierto un poco en un vegetal que camina. Quien sueña, flota y se llena de energía. No se trata de buscar el dinero como fin supremo. Como dicen, el dinero es mejor cuando se busca que cuando se tiene, porque quien lo busca es creativo... el que lo tiene, lo cuida, se detiene y se marchita entre su propia riqueza. Los grandes placeres de la vida son baratos... casi gratuitos y están ahí, al alcance de la mano: un niño, un atardecer, una mujer... en fin.

¿Cómo se gesta la idea de "Galería Caribe", con esa fusión de imágenes y ritmos antillanos?

Nace de la búsqueda de algo refrescante, después de cuatro discos con ciertos paralelismos y el temor de caer en una fórmula. Necesitaba esto para renovarme, para tomar un giro de frescura, y qué mejor que este proyecto que tantas satisfacciones ya nos ha dado a todos los que participamos en él. Sony me ha respetado, como siempre lo ha hecho Ni se enteraron de lo que estaba grabando y me dieron todo su apoyo. Con el disco pueden pasar dos cosas: que camine muy bien o, simplemente, que no suceda nada. Hay que correr riesgos y me he dado el gustazo de hacerlo, de trabajar con gente como Cucco Peña y Ednita Nazario.

¿Cuándo estarás en Puerto Rico?

Tengo muchos deseos de regresar y espero estar por allá en algún momento durante los primeros meses del próximo año.

Mas o menos Ricardo Arjona

¿Qué es lo que más te importa?

La tranquilidad.

¿Qué es lo que menos te importa?

El juicio.

¿Qué te molesta?

La gente que trabaja en lo que no le gusta.

¿Qué no te molesta?

El diálogo.

¿Cuál es tu palabra favorita?

Sí.

¿Cuál es la palabra que menos te gusta?

No.

¿Qué otra profesión te hubiera gustado tener?

Pintor.

¿Cuál no te gustaría?

Banquero.

¿Dónde te gustaría vivir?

En el Caribe.

¿Dónde no te gustaría vivir?

En Alemania.

¿En qué época te hubiera gustado vivir?

En ésta.

¿En cuál no?

En ésta también.

¿Cuál es tu personaje favorito de la realidad y de la ficción?

Jesús y Jerry (el ratón de Tom).

¿Qué personaje detestas de la realidad y de la ficción?

Pedro de Alvarado y el Correcaminos.

¿Qué obra de arte te gustaría tener en tu hogar?

Cualquiera de Van Gogh.

¿Cuál no quisieras en tu sala?

Si digo el nombre, me van a matar los cubanos... Portocarrero.

¿Cómo y dónde preferirías morir?

No pienso en eso.

¿Cómo y dónde no te gustaría morir?

Tampoco pienso en eso.

¿Cuál es tu comida predilecta?

Mariscos.

¿Qué comida detestas?

Como de todo.

¿Cuál es tu fantasía más recurrente?

Jejejeje... ¡Ay, Dios! Sentirme golpeado por una mujer, pero metafóricamente, en el alma, en mis sentidos.

¿Y tu pesadilla?

No encontrarme.

¿A qué le temes?

Al miedo.

¿A que no le temes?

A la vida.

¿Cuál es tu mejor cualidad?

Soñar.

¿Cuál es tu peor defecto?

Pensar.

¿Cuál es tu sonido favorito?

El mar.

¿Qué sonido detestas?

Los ruidos imprevistos.

En el tiempo que estuviste en el Caribe para realizar esta producción, ¿no te sentiste envuelto por el "cachondeo" que se vive ahí?

Yo he estado enamorado de lo cachondo del Caribe toda mi vida, creo que es la mejor religión que existe. Hay gente que prefiere irse al Tíbet a meditar dos años, lo cual se me hace un desperdicio total. La religión de la gente del Caribe es comer mariscos, bailar, hacer el amor y trabajar en el tiempo que les queda. A mí se me hace una verdadera religión, un verdadero planteamiento de vida. Para las personas que tienen la fortuna de conocer el Caribe, saben que es exactamente como tú lo definiste.

¿Hubo algo en particular que te hizo vivir esta fiebre del Caribe?

Por supuesto, es que estar en el Caribe es participar y tratar de contagiarse de esa onda; yo no tuve algo, pero participé (ríe). Y no me hagas decir más, los caballeros no tienen memoria, y cuando la tienen es porque hay mujeres que no tienen olvido... pero esa es otra historia. En fin, he estado envuelto en esto desde siempre. Ir a Santo Domingo y ver la forma que tiene la gente de plantearse el sexo de una manera tan natural que para una sociedad tan restringida como la de los países que están lejos del mar es una cosa brutal; mientras aquellos se la viven increíble, sin complejos, sin tabúes, como debe ser. Y en el tema Lo poco que queda de mí plasmaste este contagio de la forma de ver el sexo… Claro, eso está plasmado ahí. El encuentro del diablo y de Dios entre un mismo personaje femenino es lo que nos parte la cabeza; es la divinidad y la parte animal, que eso se encuentra con menos dificultad en el Caribe. Allá aprendes a ver las cosas de una manera sublime sin olvidarte del animal que llevas dentro; es volver a encontrarte con lo poco de primitivos que nos queda. A lo que me refiero con primitivo es al sexo y al baile.

¿A Ricardo le queda algo de lo primitivo?

Soy malísimo bailando, pero me quedo con lo otro nada más; de algún modo debe uno sopesar la ausencias. Lo primitivo es rico porque tenía menos bronca que nosotros; estos elementos son los únicos que nos quedan y hay que defenderlos.

¿Qué más te dejó el Caribe?

Siempre he tenido cierta envidia por su planteamiento de vida. Creo que los de tierra firme somos de afuera para adentro, y en el Caribe son de adentro hacia afuera, no se guardan nada. Nosotros venimos acumulando culpas, complejos, etcétera. Ellos no, por eso hablan distinto y plantean las cosas como son. Eso me dejó el Caribe.

¿Por qué vestir tu música de ritmos caribeños?

Todos estos ritmos en el Caribe empeza tancia abismal con los otros. Tengo miedo a no aceptarme yo, porque si me acepto y estoy feliz con lo que hago lo demás es lo de menos. Estoy muy contento con el disco, porque creo que logramos tocar ciertos puntos del Caribe desde una óptica bastante fina y muy clásica.

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