lunes, 1 de marzo de 1999

RICARDO ARJONA UNA BOMBA LACRIMÓGENA

Quito. 1 mar 99. Estuve a punto de no ir por un criterio más de amor propio que de nada. Me había venido convenciendo que sería una auto demostración del más puro masoquismo. Y no me equivoqué.

El anunciado concierto del guatemalteco Ricardo Arjona resultó una verdadera bomba lacrimógena, y encima, de la mejor calidad.

En un concierto que duró dos horas y cuarto, pero que pareció, por su dinámica, mucho más corto, se pudo ver a Arjona tal como es.

Su poesía, tal vez cotidiana, volvió a ser la protagonista del nuevo repertorio de su última producción "Sin daños a terceros". Un amor de barrio, una apología a la desnudez, un grito desesperado al tormentoso amor que no va más y un homenaje a la ambivalencia del "no" en las relaciones, son los temas que parecen haber dejado de lado, por el momento, a su música de alto contenido político y social, como fueron sus temas de "Si el Norte fuera el Sur", que también cantó.

Y de vez en cuando, principalmente cuando regresaba a sus "inmortales", arregladas en rompecabezas (léase rompecorazones), volví a arrepentirme.

Pero, en un fenómeno de masas sorprendente, de pronto me sentí identificada con la rubia señorita que, aunque bien abrazada de su pareja, derramaba amargas lágrimas con "Se nos muere el amor", y con la de más allá que bailaba, súper ubicada, supongo, con "Señora de las cuatro décadas".

También ayudaron el joven de atrás que pedía a gritos que le dijeran que no, mientras su "ella" parecía querer exactamente lo contrario. Y al compás de "Te conozco" y "Me enseñaste" se me quitaron las inhibiciones. Al fin de cuentas, ¿cuántas veces se puede una amargar "en vivo"?

El público respondió, sin duda. Más de 18 mil personas coreaban las viejas y, sorprendentemente, las nuevas canciones. El cantante también transmitió, mientras recitaba, como solo el lo sabe hacer, en un simulado cuarto de estar, puesto como escenario.

EL QUEDADO FUERA

¿Cómo estuvo el concierto?, me preguntaron al llegar a casa.

Al parecer, en mi cara no reflejaba las muchas emociones sentidas en cada melodía que escuché detrás de la malla que separa al gigantesco Rumiñahui de la calle Ladrón de Guevara.

Sentado en la vereda, con otros muchos románticos, nos dedicamos a insultar a los 'señores' revendedores, quienes, por una entrada general pedían hasta 180 mil sucres.

Todo esto, claro, no podía evitar las lágrimas de una fan que jamás pudo corear su canción favorita:

"Olvidarte". Sin embargo, al escucharla desde la calle, la frustrada soltó una lágrima y gritó, al revendedor de turno, un insulto tan grueso como la "Reputación" de una imagen cantada por Arjona.

Y bueno, no quiero amargarme, espero que para la próxima, afuera haya más revendedores sin plata, que desilusionados sin concierto. (DIARIO HOY) (P. 8-A)

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Fuente: ECUADOR, El Diario de Hoy

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