sábado, 1 de noviembre de 1997

UN CANTANTE VESTIDO DE JUGLAR

ANTE UN PUBLICO efervescente, el artista guatemalteco rindió culto a esos detalles de la vida diaria que suelen olvidarse

Edgar Ignacio Rengifo

El Universal

Caracas.- Trovador, juglar, intérprete, claro que sí. Probablemente a él no le gustaría que lo etiquetaran con alguno de estos oficios. De lo que sí estamos seguros es que Ricardo Arjona anda por estos caminos de Dios seduciendo a la vida de los latinoamericanos con su arte. Y vaya, qué estilo tiene el centroamericano para lograrlo.

Hace dos noches (al igual que unos meses atrás) Arjona pisó suelo capitalino _esta vez el Poliedro_ y con sus mismos vaivenes en la tarima, cantaba, relataba y agradecía a una gran camada de espectadores heterogéneos, quienes querían saber ¿qué había de nuevo en la vida?

El espectáculo dio inicio aproximadamente a las ocho de la noche con la presentación de Erick Gabriel, la contraparte nacional. Sin embargo, no pudimos apreciar su voz debido a la interminable cola de vehículos que se sumó al bulto de personas desbordadas en las desordenadas requisas del personal de seguridad del concierto. Puntos menos para los organizadores.

9:25 de la noche. Al fondo del escenario se observa un pianista acompañado de las tonadas delirantes en un trino musical similar a un blues norteamericano de los sesenta. Algunos acordes bastaron para calentar el ambiente. Inmediatamente un joven pregonero exhibía algunos diarios cuando inmediatamente se escucharon las primeras sonoridades del artista guatemalteco.

Noticiero fue la carta de presentación y ya los asistentes coreaban a media voz la letra del tema. Ataviado completamente de negro (cual bandido en la oscuridad) y acompañado por una decena de músicos, Arjona apareció sentado en un quiosco dentro de una escenografía urbana, llena de banquetas, faroles y fachadas de hospedajes que rememoran las 'cándidas' historias de amor del mundo común que recrea en sus cuentos, en sus canciones.

Si yo fuera y Animal nocturno continuaron en el repertorio antes del saludo 'oficial' a la audiencia. 'Estamos aquí porque no nos importa mucho lo que diga el resto y porque nos gusta compartir estas cosas que nos decimos', dijo Arjona, un baqueano con ángel en el oficio de dominar escenarios.

Luego, Historia de taxi se erigió como una de las más aclamadas y seguidas por un Poliedro con gran asistencia, si tomamos en cuenta la reciente visita del cantante. De ahí en adelante comenzó la semblanza del intérprete.

Historias de siempre

El ritmo melodioso de algunos temas eran precedidos por las menudas anécdotas comunes a los mortales y que alguna vez hemos protagonizado, ya sea como adolescentes o adultos, pues al fin y al cabo las nobles emociones son las mismas en el ser humano.

'Muchas veces en la vida, por accidente o gracia divina de Dios, encontramos a ese alguien perfecto. Y nos acercamos y descubrimos que tenemos los mismos gustos... y creemos conseguir el amor ideal, porque al principio, cuando se está enamorado, todo es perfecto'. Esta idea dio pie a Quién diría, y el idilio entre el cuento y la interpretación causaron esa hilaridad inherente en esos momentos cuando los recuerdos pasean en nuestra mente.

'Pero después de unos meses descubrimos que ese amor se convierte en aburrimiento, y cada uno agarra su camino', descarga Arjona sin dejar respiro a los presentes para entonar a dúo Se nos muere el amor, la cual motivó la aparición tímida de unos cuantos yesqueros a viva luz junto al suave y cálido resplandor de los faroles.

No faltaron los gritos de emoción y los cerrados aplausos de parte de un público que se dedicó a escuchar esas pequeñas cosas que ocurren a diario y que dejamos pasar por debajo de la mesa.

Igualmente cautivantes resultaron Ella y él, Reputación, Si el Norte fuera el Sur y Te conozco, las cuales fueron seguidas a viva voz mientras el 'bandido' deambulaba en su escenario urbano como quien conquista la vida con cada una de las experiencias emanadas en la calle.

Primera despedida y la gente pedía más. Jesús verbo y Mujeres resultaron parte de un epílogo que trascendió el espectáculo mismo, pues la quinta escencia de la presentación del 'bandido latinoamericano' resultó ser el encuentro con la vida; excusa para conversar musicalmente en cuerpo, alma y razón con un trotamundo trovador, juglar.

No todo fue tan bueno

Más allá de la calidad del espectáculo presentado por Arjona y la gran euforia que envolvió al público, quienes disfrutaron de una grata velada, en los pasillos del recinto se vivía una lucha verbal.

La eficacia de la empresa organizadora no estuvo a la altura. Un caos para ingresar al área VIP, amén de que en las entradas, tanto el personal de tránsito como los encargados de hacer la revisión a cada uno de los asistentes, provocaron continuas obstrucciones que perjudicaron la rápida movilización en las áreas internas y externas del lugar.

Fuente: VENEZUELA, El Universal

EL PÚBLICO SE RINDIÓ ANTE EL CANTAUTOR

Fue un encuentro íntimo a pesar de las casi diez mil personas que se congregaron para escuchar sus historias. Aquellas producto del amor y el desamor, de una vida compartida con la persona deseada o de una relación en la que la costumbre es más fuerte que el amor. Y, todos atentos, escuchaban consejos, reían y lloraban cuando Ricardo Arjona, entre canción y canción, lanzaba aquellas certeras frases que grandes y chicos, hombres y mujeres, solteros y casados celebraban.

A las 9:10 pm las luces cedieron y los gritos de féminas desenfrenadas le dieron la bienvenida a los músicos que se paseaban por una tarima que se convirtió en una cuadra con hotel, kiosco de periódicos, bar, plaza y faroles. ``Noticiero'' abrió la noche y a partir de ese momento no hubo momento en que ``este coro magnífico'' -como Arjona definió a los presentes- dejara de cantar junto con el trovador guatemalteco.

Con su melena suelta, vestido de negro de pies a cabeza y su camisa a medio cerrar, Arjona interpretó los temas que lo han convertido en todo un ídolo latinoamericano. Así vinieron ``Taxi'', ``Se nos muere el amor'', la celebrada ``Si el norte fuera el sur'' -con Simón Bolívar en la letra-, ``Me estás jodiendo''. Y mientras, Arjona se paseaba de un lado a otro del escenario, dejaba cantar a su multitudinario coro, para luego abrir sus brazos y aplaudir en señal de agradecimiento. Gesto constante de la noche.

``Te conozco'' marcó el falso final. Pero el público pedía más poesía, más música y Arjona complació sentado en un banco de la plaza con guitarra en mano para celebrar la vida con ``Una estrella'', alabar con ``Jesús es verbo, no sustantivo'', reprochar con ``Me enseñaste'' y admirar con ``Mujeres'', la última de la noche.

Fueron más de dos horas de concierto, de buena música, mejores letras y un sonido que desde el principio no estuvo a la altura. Sin embargo, el público salió satisfecho con el carisma y la sensibilidad de un trovador que a través de su poesía dice las verdades que pocas veces se quieren oír.

LEYENDA:

El público salió satisfecho con el carisma y la sensibilidad del trovador

Fuente: VENEZUELA, El Nacional

REALIDAD Y CAOS HUMANO

A la entrada del Poliedro, cola. A la salida, cola. Se sabe que para mantener el orden y la disciplina en un lugar público, donde suele asistir una cantidad considerable de personas, se necesita hacer cola para acceder y salir del recinto. Pero en este caso, el personal que manejó la ``logística'' del concierto sólo se remitió a desfilar unas franelas enumeradas ¿acaso era un juego de bingo? ``45, 15, 18'', mientras que el resto sólo corría de un lado a otro sin saber qué hacer. No hubo una adecuada señalización desde la entrada del coso de La Rinconada. Y, una vez que se lograba evadir el infernal tráfico, la anarquía reinó por doquier. Todos se acomodaron donde pudieron, con tal de ver al ídolo. Cuando muchos pensaron que la pesadilla había terminado, se encontraron con otro despelote en la entrada del propio Poliedro. ``Los boletos en la mano, por favor'', gritaba uno de los chicos de la ``logística'', mientras desaparecía la fila y surgía una avalancha humana que clamaba por Arjona. Se supone que, por lo menos, debía existir un detector de metales, pero ni siquiera. Por decencia le revisaron los bolsos a las mujeres, pero de resto, una leve inspección superficial. Quizá la anécdota podrá servirle a Ricardo Arjona para escribir otra canción que hable de realidad y caos humano

Fuente: VENEZUELA, El Nacional